lunes, 7 de mayo de 2012

Crítica: "El camino a casa" (1999), de Zhang Yimou


"Buscaremos una solución, 
encontraremos gente amiga para traer a tu padre a casa"



El camino a casa (1999), premiado en Sundance y en el Festival de Berlín, es un film de Zhang Yimou, director que formó parte de la quinta generación de cineastas chinos, que se formaron en la Academia de Cine de Pekín en 1982 y graduados tras la Revolución Cultural.  El film nos narra un drama rural a partir de continuas contraposiciones entre la tradición y la modernidad, en una continua dialéctica de contradicciones. Visualmente utiliza el blanco y negro para situarnos en un presente, marcado en la narración por la muerte del padre del protagonista que ha de volver a su pueblo natal, desde la ciudad. Un pueblo despoblado en el que solamente quedan ancianos y niños, ya que los jóvenes van a trabajar a la ciudad con la industrialización en busca de un futuro mejor. Este problema repercute en la narración de la historia en la procesión funeraria, en la que han de pedir ayuda al pueblo vecino, teniendo que pagar a los hombres para transportar el ataúd, pero finalmente veremos que acuden los antiguos alumnos del viejo profesor y los vecinos colaboran de manera solidaria, de corazón. El cooperativismo que vemos en la construcción de la escuela, el trabajo en común, desde la solidaridad del pasado tradicional chino, reivindicado por el director al haberse perdido con la industrialización, volveremos a verlo puntualmente en la procesión funeraria. El director vivió bajo el régimen comunista de Mao Tse Tung, pero no muestra en el film explícitamente una situación política, es sutil y aparece el concepto de comunismo bajo un tono de comunidad que colabora y está unida, aunque también veremos que el profesor tiene que abandonar el pueblo por sus ideas políticas en conflicto con el alcalde. De todas maneras, el film se centra en una historia romántica, en un pasado realizado en color, que nos aproxima emotivamente a las emociones, con la diversidad de las tonalidades de las estaciones y la naturaleza que marcan el paso del tiempo.
En el pasado una simple imagen, un cuadro de Mao, en la escuela nos sitúa en un momento histórico y cultural, así como el cartel del film Titanic, en la parte que narra el presente y nos muestra la globalización y hasta donde ha llegado el concepto, en el que se pierde la identidad cultural china y la superación de las viejas costumbres, unas positivas como la solidaridad del comunismo y otras negativas, desde nuestro punto de vista occidental, como la disidencia y la persecución política, el analfabetismo, o el matrimonio concertado, teniendo en cuenta que en el presente la sociedad china continúa con la problemática de la soltería masculina, producida por la política del hijo único, que favorece tener un varón como descendiente. El gobierno chino introdujo la política del hijo único como  medida de control de la población, para aliviar los problemas sociales y ambientales de China, en las zonas rurales favorece la despoblación y el director muestra la nostalgia por el pasado rural y la incertidumbre y el despego por el nuevo presente urbano, además de la pérdida del respeto y cuidado de por vida de sus mayores, el hombre deja de ser el sustento que mantiene a sus padres, pero una hija supone un problema y un gasto al conllevar la dote.
A través del personaje de Zhang Ziyi, nos muestra el amor verdadero, incondicional, envuelto de toda tradición y simbolismo hasta el final de su vida. Es una narración intimista, con silencios y a través de su personaje nos muestra unas emociones contenidas, que contrastan con unos sentimientos  puros e inquebrantables. Ella representa la cultura y la tradición, la mujer soltera más bella del pueblo, la primera que tendrá un matrimonio por amor,… y a pesar de ser analfabeta demuestra tener la sabiduría de su cultura, de sus costumbres, con maestría al decorar unas ventanas con detalles recortados en papel, con su dominio en la cocina, tejiendo, siendo la única mujer que conserva una máquina de tejer en la actualidad, conocedora del territorio,… y poniendo todo su empeño en ello, tanto como en buscar cada día por la montaña el pasador de pelo perdido que le regaló el maestro y finalmente encuentra en la puerta de su casa. Ella dará todos sus ahorros para la construcción de la nueva escuela, será la familia que más dinero aporte para ello, por lo que supone el recuerdo a su marido fallecido y al bien común.
Mientras la parte de la historia en color nos muestra un pasado en el que predomina en la narración una historia de amor, en el presente en blanco y negro se trata la muerte, con respeto, de manera solemne, no es tan solo la muerte de un padre o marido, incluso de una madre, lo es de una cultura que se desvanece, de una identidad perdida. De manera poética, el hijo del maestro, dará su única clase en la escuela en la que estuvo su padre toda su vida como profesor, repitiendo sus palabras, mientras la madre escucha como el resto del pueblo a los chicos repitiendo al unísono las frases del maestro y recuerda el pasado. Hay esperanza en el futuro, con la construcción de una nueva escuela, significa la continuidad del pueblo y de los niños en él, pero hay un cambio, incluso en el diseño de la misma escuela proyectada por el hijo del maestro.


Jose Luis Rosado Silos

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