lunes, 16 de abril de 2012

Crítica: "Faraón", de J.Kawalerowicz (1966)

 
"La sabiduría del gobierno es un secreto sacerdotal. 
Solamente los que estamos dedicados a los dioses la poseemos".
 



En el año 1966, Jerzy Kawalerowicz, un director de cine de origen polaco, realizó uno de los films más representativos de los movimientos de renovación cinematográfica en los Países del Este: Faraón.
La obra, una adaptación de la novela homónima de Boleslaw Prus (1897), está ambientada en el Antiguo Egipto y se centra en las luchas de poder entre el faraón y la casta sacerdotal en el marco de la guerra egipcio-asiria que se desarrolló durante la XIX dinastía del Imperio Egipcio. Sin embargo, y a pesar de los numerosos anacronismos históricos en los que cae el director por influencia de la novela decimonónica de la que parte, el film permite una interesante reflexión sobre temas como la religión, la guerra, el antisemitismo, la economía, el poder o la lucha de clases sociales que, a pesar de estar ambientados en la Antigüedad, son extrapolables a los siglos XIX (cuando se escribió la novela) y XX (cuando se llevó al cine), confluyendo así pues en él, tres períodos históricos. De este modo, el director usa el pasado para explicar y criticar su presente. En primer lugar, esta crítica se dirige contra unas luchas de poder que versan en dos direcciones, a saber, el enfrentamiento entre Asiria y Egipto por el control de Palestina y las disputas por el poder que se dan a nivel interno egipcio, ya sea mediante el enfrentamiento entre el faraón y la casta sacerdotal o la lucha entre los opresores y los oprimidos, es decir, entre las clases dirigentes –faraón y sacerdotes– y el pueblo. En lo referente a las disputas internas entre el faraón y los sacerdotes, la diferencia principal entre Ramsés XIII y éstos estriba en que mientras el primero desea mejorar las condiciones de sus súbditos, los segundos prefieren mantener el status quo existente, controlando el Tesoro de Egipto y subyugando al pueblo. Ello se observa muy bien en la primera secuencia del film, donde aparecen dos escarabajos peleándose por una bola de estiércol. Una lectura más profunda permitiría darse cuenta de que el faraón, descontento con un sistema en el que el poder de los sacerdotes lo impregna todo y se impone al poder civil –incluso tienen capacidad para acordar tratados con otras naciones– decide rebelarse ante esa situación y, en consecuencia, contra la obra de sus antepasados que, según él, muy desafortunadamente “sustituyeron la espada por el incensario”. Naturalmente, la actitud adoptada por el joven faraón que acaba de llegar al poder es la de una absoluta prevención para con la influencia que los sacerdotes han ido acumulando a lo largo del tiempo y que, paulatinamente, ha ido restando capacidad de autogobierno a los faraones. Pero Ramsés, para intentar poner fin a esta situación, cuenta con algo de lo que carecen los sacerdotes, esto es, la juventud, que le permite tener un espíritu luchador y la valentía suficiente para plantar cara al orden que la casta sacerdotal se ha encargado de establecer. Por su parte, y para justificarse ante las tentativas del faraón, Herihor –el sumo sacerdote de Amón– le responde alegando que “La sabiduría del gobierno es un secreto sacerdotal. Solamente los que estamos dedicados a los dioses la poseemos”, con lo que se asiste a una dicotomía entre el poder fáctico del gobernante (potestad) y el poder espiritual de los servidores de los dioses (autoridad). Desde la perspectiva del siglo XX, este planteamiento puede leerse como una crítica a la influencia de la religión y, en consecuencia, al yugo de la Iglesia. Pero si buscamos establecer equivalencias más concretas entre los personajes del film y la realidad de su director, podríamos considerar que el faraón –joven y con ganas de cambiar el sistema– representaría al presidente de Polonia, Wieslaw Gomulka, mientras que los sacerdotes –inmersos en la estructura de Estado– serían la imagen de la casta burocrática (Politburo del Partido Comunista) y, entre ambos se mantendría una lucha feroz por el control del pueblo, que en el siglo XX seguiría en las mismas condiciones que en la Antigüedad, es decir, oprimido y subyugado por los poderosos. Además de esto, las luchas internas de un país tienden, por regla general, a debilitarlo ante los ojos de otras naciones. En Faraón, estas luchas internas contribuyen a agravar la contienda entre Egipto y Asiria por el control de Palestina, al que Fenicia no es para nada ajeno al intentar sacar partido económico, proporcionándoles apoyo logístico y monetario si la ocasión lo requiere. Sin embargo, la lectura de estas cuatro naciones es algo más compleja si tenemos en cuenta que configuran una alegoría de cuatro realidades distintas. Extrapolando este planteamiento a la época de Kawalerowicz podemos deducir que Asiria –que desea controlar Palestina– sería una alegoría de la Rusia que pretende controlar Polonia. Asimismo, el Imperio Egipcio representaría al gran enemigo de Rusia, esto es, Estados Unidos, con el que se encontraba por aquel entonces sumergido en una “Guerra Fría”. Por su parte, Fenicia representaría al capitalismo, a los banqueros sin escrúpulos que se aprovechan de cualquier situación para obtener beneficios. Paralelamente, si realizamos una lectura desde la perspectiva del siglo XIX, la situación no sería muy diferente; Palestina (Polonia) seguiría siendo el objeto de disputa entre Asiria (Rusia) y Egipto, si bien éste último representaría a aquella región que junto a Rusia pretendía controlar Polonia, esto es, Alemania. Para comprender este entramado tan complejo hay que tener en cuenta que la novela de Prus fue escrita en el contexto de máximo auge de los nacionalismos, algo que aprovechó Kawalerowicz en Faraón para explicar que ya en el siglo XIX el territorio polaco se encontraba repartido entre dos potencias y que la situación no sería muy diferente en el siglo siguiente. Con esto, rompe una lanza a favor del nacionalismo polaco y critica la dificultad de desarrollar una identidad propia en un país dominado por otras naciones. El presidente Gomulka se había visto inmerso en un período de revueltas en Polonia para cambiar la situación de dependencia del país hacia Rusia o, más concretamente, hacia la ideología estalinista. De hecho, hacia la década de los 60, en la mayoría de los países del este de Europa se produjeron movimientos similares de crítica a los excesos del estalinismo en pro de un alejamiento de las directrices soviéticas y la creación de un comunismo propio en cada país. En el film de Kawalerowicz, esta crítica al estalinismo se realiza a través de Asiria, en tanto que país que intenta controlar y extender su poder hacia otras regiones. Pero Ramsés XIII no está dispuesto a aceptarlo y, si la situación lo requiere, es capaz de enfrentarse a uno de los pilares más anquilosados del Estado para llevar a cabo sus objetivos: el brazo religioso, de un modo similar al que Gomulka se aleja del estalinismo más recalcitrante para reformar el sistema e iniciar una nueva etapa en su país. Con esto, el director muestra un cierto espíritu esperanzador al plantear que, gracias a los jóvenes, es posible una renovación del comunismo.
Así pues, y teniendo en cuenta los aspectos hasta ahora comentados, podemos considerar Faraón como un interesante film histórico que, a pesar de los numerosos anacronismos, constituye una de las mejores representaciones cinematográficas de Egipto, especialmente en lo referente al cuidado estético. Sin embargo, a nivel ideológico, presenta una diferencia importante respecto a otros movimientos de renovación cinematográfica coetáneos, a saber, puede considerárselo más conservador que el resto al significar una crítica más fuerte al estalinismo que, por ejemplo, la que realizaron otros directores del momento. De hecho, en los países del este de Europa, se produjo durante la década de los 60 una notable efervescencia cultural y cinematográfica, si bien este fenómeno no se dio con igual intensidad en todas las regiones. A pesar de sus diferencias, todos compartieron un espíritu crítico hacia el estalinismo que, en mayor o menor medida, se reflejó en su cinematografía. En el caso de Faraón, Kawalerowicz lo logró con grandes dosis de ingenio que permitieron numerosas lecturas del film y, en consecuencia, sortear con mayor fortuna la censura y otras trabas burocráticas. 


Aida Marín Yrigaray


miércoles, 11 de abril de 2012

Crítica: "El Gatopardo", de L.Visconti (1963)




 "Si queremos que todo siga igual, 
es necesario que todo cambie"





Para aproximarse a la obra de Luchino Visconti El gatopardo, es preciso observar el panorama en el que se gestó este film. La Italia de los años 50 vivió un periodo lleno de cambios, tanto a nivel social y político como cultural. Las ayudas del Plan Marshall reactivaron la economía del país tras una dura posguerra; pero, a la vez, se incrementó la creciente influencia de los EEUU sobre la sociedad y la cultura italianas. A nivel político, aparecen confrontadas las posturas del peso católico del Vaticano y la importancia – a nivel internacional – del Partido Comunista italiano, que a su vez sufría el desengaño del régimen Stalinista y propulsaba una nueva vía, la del Eurocomunismo. Visconti, perteneciente a la nobleza italiana, mostró desde su juventud una ideología abiertamente marxista, que le sitúa dentro del círculo de izquierdas del país (Comunismo, Resistencia) y que le valió no pocos problemas. Esta importancia del posicionamiento político, así como las facilidades que desde el Gobierno se daban al cine estadounidense (a través del subsecretario de la presidencia del Consejo, Giulio Andreotti), hicieron que la cultura italiana se viera resentida, buscando nuevas formas de expresión que hicieron que vieran la luz en esta época multitud de manifestaciones artísticas y cinematográficas, que rompieron con la herencia del Neorrealismo en pos de un “Nuevo cine italiano”. Desde 1951, las obras de Visconti se inscriben en este marco, si bien el reconocimiento pleno de su valía no se produjo hasta los años 60 y 70, momento en que se estrena El gatopardo. En los 60, los trabajos experimentales de los creadores italianos dieron sus frutos y el cine nacional se sobrepuso a la embestida de Hollywood, dando lugar a diferentes tipologías cinematográficas de gran éxito (péplum, spaghetti-western, cine erótico…), algunas de las cuales fueron apoyadas desde la famosa revista Cinema Nuovo, que abogaba por un cine realista a la vez que crítico con la sociedad. Precisamente en esta última tendencia se puede incluir El gatopardo de Visconti, cuyo cuidado tratamiento de la recreación histórica en todos sus detalles (vestuario, escenarios, decoración) la sitúa en el ámbito del Realismo – huyendo, eso sí, de la naturalidad y espontaneidad tan buscadas por los directores neorrealistas); a la vez que su argumento – adaptado de la novela homónima del también noble Giuseppe Tomasi di Lampedusa – presenta elementos críticos con el pasado y el presente de Italia. Con este film, Visconti pretende explicar desde su óptica personal el presente de Italia desde su pasado, reformulando magistralmente la obra de Lampedusa. Sirviéndose de la Historia al referenciar el momento de la unificación italiana en el siglo XIX (1866-70) y centrándose en el territorio siciliano, Visconti pone de manifiesto una serie de temas que conectan aquel pasado con su presente inmediato. Esta visión se basa, obviamente, en la de Lampedusa; pero cada uno aporta una lectura diferente de un mismo acontecimiento histórico, explotando para ello a la perfección los medios expresivos que ofrece el cine. Así, a través del personaje del príncipe de Salina, el director se muestra escéptico a la vez que participativo con una problemática social existente: en el caso del príncipe, el cambio de estructura social derivado de la unificación, y en el del director, el fracaso de la revolución social que defendía el Marxismo y de la que él mismo participaba.  En el film, este aspecto se evidencia especialmente en la representación que se hace de los llamados “garibaldinos” (los defensores de la unificación italiana, seguidores del general Garibaldi). Estos revolucionarios luchan por aquello que creen que transformará la sociedad en algo más justo, poniendo de relieve el papel del pueblo y zafándose del dominio ejercido por la aristocracia. Pero a lo largo del film, se muestra cómo esos anhelos son mera palabrería, pues los sectores aristocráticos que promovieron  la unificación se apoyaron en último término en la burguesía para buscar su supervivencia como clase, ignorando una y otros las necesidades del pueblo llano y mirando por sus propios intereses que acababan sometiendo de nuevo al pueblo. Como noble que era, el director se posiciona en la esfera aristocrática, si bien se distancia de todos los estratos sociales (tanto de la nobleza y la Iglesia, como de la burguesía y el pueblo), adoptando una postura individualista en la que sin duda se vislumbra a Visconti y no a Lampedusa. Las excentricidades y la caducidad de la nobleza son atacadas en escenas como la llegada al pueblo de la familia de Salina y la ceremonia en la iglesia (cubiertos todos ellos por el polvo), o en el célebre baile final, donde se recrea en la ostentación del lujo y en las actitudes superficiales de los invitados, contraponiéndose siempre a la profundidad psicológica del príncipe y su distanciamiento de ellos (como se observa en la consternación de Fabrizio ante el cuadro de Jean-Baptiste Greuze La muerte del justo). De igual modo, la burguesía aparece caricaturizada en la figura de Calogero Sedara, ejemplo del “nuevo rico” que acaba resultando indispensable a la nobleza empobrecida para asegurarse su continuidad. La Iglesia, omnipresente en todo el film del mismo modo que lo es en la sociedad italiana, también se representa con un cierto aire caricaturesco en la figura del padre Pirrone, a la sombra siempre de la grandeza que emana el príncipe. Por otra parte, en la imagen que se muestra del pueblo también hay algo de crítica (como se observa en los diálogos entre Fabrizio y su sirviente-artista durante la caza). De este modo, el príncipe de Salina de Visconti se sitúa en una posición incierta y complicada de alguien cansado, desencantado de lo que le rodea, apoyándolo y criticándolo, rozando un escepticismo casi nihilista que se entrevé en sus propias palabras: “No debería durar, pero durará siempre, al menos varios siglos, uno o dos siglos. Y entonces todo cambiará, pero será a peor. Fuimos los gatos salvajes, los leones; los que nos sustituyan serán chacales, alimañas, y todos juntos, alimañas, chacales y gatos salvajes, continuaremos creyéndonos la sal de la tierra. […] Oh estrella, oh fiel estrella, ¿cuándo te decidirás a darme una esperanza menos efímera, lejos de todo, en tu región de perenne seguridad?”.
En El gatopardo, por tanto, aparecen las brechas de Italia (la diferencia entre el norte y el sur, que tan bien reflejada queda al situarnos en el marco siciliano) y su sociedad (con la diferencia de “clases” decimonónica y contemporánea), tendiendo un puente entre el pasado (la unificación italiana) y el presente (los años 50 y la reflexión comunista en tiempos de Stalin). Todo ello se hace a través de la culta visión del propio Visconti, que vivió esa problemática personalmente a lo largo de toda su existencia siendo italiano y de todo el mundo, noble y marxista, mujeriego y homosexual, saltando siempre de uno a otro polo de esta contradicción enorme; pero sirviéndose del arte (ya fuera musical o cinematográfico) para escapar y participar de la sociedad del momento, representándola en sus obras a la vez que se representaba a sí mismo.


Marta Chamorro Velázquez

sábado, 7 de abril de 2012

Presentación Ciclo del Aula de Cine de la URV, Tarantino





"La cámara se inventó para la acción y la violencia"




A lo largo de la Historia del Cine, siempre se han dado casos de directores que han marcado un antes y un después con sus creaciones, convirtiéndose en personajes de culto e iconos de una sociedad en un momento determinado. En los últimos años, este fenómeno se puede observar en la obra de Quentin Tarantino, director, guionista, productor y actor ocasional, al que está dedicado el ciclo del mes de abril organizado por el Aula de Cine de la URV. A través de cuatro de sus films, se hará un repaso por la carrera – breve pero intensa – de este estadounidense enamorado del cine y el morbo, que se ha convertido en un referente indiscutible del cine independiente a nivel mundial.
El estilo de Tarantino es sencillo y directo, buscando impactar al espectador, tanto a nivel visual como  argumental, por lo que sus films acostumbran a no seguir una línea definida, entremezclándose las historias y los personajes,  sumergiendo así al espectador en un mundo trepidante y violento que está inspirado en la vida y experiencia cotidiana, si bien lo corriente adquiera en sus films una entidad propia, derivada de las influencias cinematográficas que han marcado la vida de este director (los films de artes marciales, los spaghuetti-western y la serie B en general) . Pero las artes marciales, las diferencias raciales, los fetiches sexuales, la droga o el dinero, una vez pasados por las manos de Tarantino, pasan de ser elementos cotidianos a configuradores de una realidad alternativa, dominada por una violencia estética y una exageración de los elementos que conforman toda la trama.  
Los cuatro films elegidos para este ciclo van desde el comienzo de la carrera cinematográfica de Tarantino (con Reservoir dogs en 1992), pasando por la que es quizá su obra maestra  y sin duda la más famosa de su producción (Pulp fiction, de 1994) o las colaboraciones con otros directores que han salpicado su trayectoria (en este caso con el proyecto Grindhouse , junto a otro grande del cine independiente, Robert Rodriguez), hasta llegar a su último film estrenado (Malditos bastardos, 2009).
Sin duda, el Aula de Cine de la URV ofrece una magnífica oportunidad tanto para los amantes de Tarantino como para aquellos que aún no han visto nada de él. Cine actual y de calidad gratis en Tarragona, como de costumbre, a las 19h. en el aula 301:
  - Martes 10 de abril: Reservoir dogs (1992), Quentin Tarantino, 99’
  - Jueves 12 de abril: Pulp Fiction (1994), Quentin Tarantino, 157’
  - Martes 17 de abril: Death proof (2007), Quentin Tarantino, 88’
  - Jueves 19 de abril: Malditos bastardos (2009), Quentin Tarantino, 152’

Marta Chamorro

miércoles, 4 de abril de 2012

Cicle d'abril a l'Aula de Cinema de la URV


 Aqui està la programació de l'Aula de Cinema de la URV pel mes d'abril, segur que no us avorrireu!

 

Cicle: "Quentin Tarantino":
Dia 10/04  RESERVOIR DOGS (1992) Quentin Tarantino, 99'
Dia 12/04  PULP FICTION (1994) Quentin Tarantino, 157'
Dia 17/04  DEATH PROOF (2007) Quentin Tarantino, 88'
Dia 19/04  MALDITOS BASTARDOS (2009) Quentin Tarantino, 152'


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Ciclo: "Quentin Tarantino":
Dia 10/04  RESERVOIR DOGS (1992) Quentin Tarantino, 99'
Dia 12/04  PULP FICTION (1994) Quentin Tarantino, 157'
Dia 17/04  DEATH PROOF (2007) Quentin Tarantino, 88'
Dia 19/04  MALDITOS BASTARDOS (2009) Quentin Tarantino, 152'

domingo, 1 de abril de 2012

Segona sessió: LA DOLCE VITA (1960)

Abril és el mes dels clàssics al CCURV i, després de les votacions al Facebook, el film guanyador que tractarem a la propera sessió és LA DOLCE VITA (1960) de Federico Fellini.
Segurament, molts de vosaltres ja haureu vist aquest film; però pels qui no ho hagin fet (o pels que vulguin tornar-lo a veure), poden trobar-lo en dvd a qualsevol Biblioteca Pública (Tarragona, Reus, Cambrils, Vila-seca, Salou...). Tanmateix, si teniu algun dubte, poseu-vos en contacte amb el Club de Cinema o l'Aula de Cinema de la URV i us facilitarem en la mida que ens sigui possible el camí.
Teniu fins el dia 24 d'abril per visionar el film per tal de comentar-lo a la nostra sessió del Club, on compartirem entre tots les nostres opinions i punts de vista sobre ell.
Us hi esperem i no dubteu en convidar a tot aquell que estigui interessat!
24 d'abril de 2012: 18:30h: AULA 301 del CAMPUS CATALUNYA
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Abril es el mes de los clásicos en el CCURV y, después de las votaciones en el Facebook, el film ganador que trataremos en la próxima sesión es LA DOLCE VITA (1960) de Federico Fellini.
Seguramente, muchos de vosotros ya habréis visto este film; pero para los que no lo hayan hecho (o para los que quieran volver a ver), pueden encontrarlo en dvd en cualquier Biblioteca Pública (Tarragona, Reus, Cambrils, Vila-seca, Salou...). Igualmente, si tenéis alguna duda, poneos en contacto con el Club de Cine o el Aula de Cine de la URV y os facilitaremos en la medida que nos sea posible el camino.
Tenéis hasta el día 24 de abril para visionar el film con tal de comentarlo en nuestra sesión del Club, donde compartiremos entre todos nuestras opiniones y puntos de vista sobre él.
¡Os esperamos y no dudéis en invitar a todo aquél al que le pueda interesar!
24 de abril de 2012: 18:30h: AULA 301 del CAMPUS CATALUNYA