"El que da primero, da dos veces"
La ley del silencio es un film recordado por muchos como uno de los
grandes de Marlon Brando; a lo sumo, aquellos un tanto más entendidos, lo
relacionan a la época del cambio del cine dado durante los años 50; pero pocos espectadores
actuales entrevén el real mensaje que el director tejió en el film como
justificación de sus actos casi a modo de expiación (y que, en el momento, todo
el mundo entendió).
De elegante producción y acabados
que le valieron doce Oscars, así como otros premios en los Globos de Oro o el Festival
de Venecia, muchos son los que recomiendan analizarla cinematográficamente además
de por sus implicaciones personales y políticas. Seguramente eso fue lo que
hicieron los miembros de la Academia, pero nosotros no renunciaremos al
suculento plato del análisis social al que podemos acceder gracias a este film.
El tema preponderante, teóricamente,
es el de la vida en un mundo dominado por las mafias, la realidad asfixiante
para los pobres que deben sufrirlo y como intentan superarlo. Pese a ello podemos
entrever un tema implícitamente sumergido en la cinta que es, ni más ni menos,
que una justificación por parte del director de su participación en la “Caza de
Brujas”.
¿Cómo entrevemos este mensaje? A
través de un fino entramado de personajes, con su interacción así como con su
reacción respecto a la delación y el personaje principal.
En una primera lectura no
profunda identificaríamos diferentes personajes y sus funciones dentro de la
historia: Terry representaría el delator
y finalmente guía de la población de los muelles, un detonante para la
liberación. Edie sería su chica y a su vez un detonante de dulzura en el frío
mundo en el que se mueve Terry (algunos críticos por ejemplo relacionan la escena
en la que Terry se pone el guante de Edie como un símbolo de esa búsqueda de
calidez que acaba en ella y que le protege de la frialdad de su mundo como el
guante protege a la mano). Por otra parte encontramos al padre Barry, personaje
activo que también intenta detonar el cambio. Todos ellos se ven rodeados por
tres grandes masas de personajes: por una parte los mafiosos, por otra los
obreros y finalmente por el FBI.
Una segunda lectura más profunda,
a la luz de los sucesos y las situaciones durante la “Caza de Brujas” de la Posguerra,
revela un fino juego de dos bandos en el que se nos muestra la delación
justificada por parte del personaje principal, por sus actos y sus resultados.
Edie y el padre Barry seguirían en sus funciones de conciencia pasiva y activa
respectivamente. Los mafiosos representarían a los comunistas, ya que son los
delatados que ejercen su fuerza injusta sobre el pueblo. El FBI simbolizaría o
sería el equivalente a la comisión del Comité de Actividades
Antiamericanas. Los obreros representarían
al pueblo americano en general bajo la sobra de los anteriores pero con fuerza
para enfrentarlos. Terry finalmente, en este caso, representaría al delator o
chivato, pero en definitiva es el bueno del film que, pese a estar indeciso
inicialmente, se ve seducido a hacer lo correcto: he ahí la justificación para
la delación. Se nos muestra así la idea del director respecto a lo lícito de la
delación en un mundo en el que el germen del Comunismo se esparce. Un mensaje
cifrado perfectamente encubierto por el nuevo manto de realismo de moda en la
cinematografía de la época.
En todo esto se acaba
entretejiendo un ambiente casi aleccionador respecto al espectador en el que
constantemente se habla de moralidad, como por ejemplo en los largos sermones
del padre Barry, como en el que efectúa después de la muerte de uno de los
obreros que pretendían ser delatores. Todo ello mezclado entre símbolos de
palomas y halcones (a modo de buenos y
malos), de guantes blancos (como
símbolos de pureza) y de chaquetas que pertenecieron a difuntos que se van
pasando de mano en mano como si de un relevo moral se tratara.
Kazan en el film pretende
pasarnos la antorcha del relevo moral a los espectadores a través de esta
historia casi expiatoria, si no autobiográfica, sobre los sucesos que vivió a
partir de 1952, después de su primera comparecencia ante el Comité de
Actividades Antiamericanas.
Se sabe que delató y testificó
contra ex-compañeros del Partido Comunista, gracias a lo que conservó su
posición; pero el hecho no sería olvidado por muchos compañeros de profesión y
actores.
La justificación de estos actos
no sólo llegaría a través del film analizado, sino también a través de de la
novela El Anatolio y en el film América América (1963). En ellos se da a
entender que la razón para tomar ciertas decisiones fue su sincera admiración
por América y su forma de vida, así como su intención de preservarla. Todo ello
lo hace a través de la historia autobiográfica de un joven griego que debe
abandonar su tierra natal para acceder a lo que será un nuevo país y una nueva
esperanza.
Las consecuencias de su
participación en la “Caza de Brujas” le perseguirían el resto de su vida,
empañando incluso su carrera hacia los Oscar después de este film. Sería
nominado tres veces sin conseguirlo y su última nominación al Oscar Honorífico
en 1999 se vería rodeada de polémica, algunos incluso se negaron a levantarse
para aplaudirle llegado el momento.
La obra de Elia Kazan se
establece como uno de muchos intentos en la historia del cine respecto al dar
explicaciones o coger ejemplos sencillos para explicar otras cosas no tan
visibles. En el caso que analizamos muchos son los críticos que alegan que pese
al intento de justificación propia y acusación a los comunistas que representa
la película, en definitiva es un ejemplo claro de un drama lírico a caballo
entre el film de denuncia y el melodrama social que ni debe subestimarse ni
puede ignorarse en la historia de los grandes del cine.
Ester Torrents Iglesias
No hay comentarios:
Publicar un comentario