"¿Tienes miedo de hacerte viejo? Yo sí".

La historia narrada
se centra en la relación amorosa entre Patricia Franchini, una americana
asentada en París, y Michel Poiccard, un ladrón de coches que huye de la
policía tras el asesinato de un agente. Esta relación, tan típica desde el
punto de vista cinematográfico como improbable en la realidad, permite conocer
los roles ejercidos por cada una de las partes, así como los principales
cambios que se han producido en el papel asignado a la mujer. Tradicionalmente,
en el cine americano ésta había ejercido un rol pasivo, esto es, que el sujeto
de acción era siempre el hombre, mientras que ella era objeto de contemplación.
Sin embargo, en el film que nos ocupa, se observa un cambio en la forma de ser
y de actuar de Patricia, puesto que es económicamente independiente, de
espíritu libre y culta. Naturalmente, esto no era algo generalizado a finales
de la década de los cincuenta, pero sí se había producido un cierto cambio con
el nacimiento de teorías feministas que reivindicaban un mayor papel social
para la mujer, algo que tendría sus repercusiones en las dinámicas de pareja
(sexo, machismo, amor, erotismo). De este modo, Michel pretende dar la imagen
de hombre duro, muy al estilo de Humphrey Bogart (al que homenajea
constantemente con un gesto de los labios que popularizó el actor americano),
intentando imponerse a la mujer mediante una actitud machista y dominadora,
pero sin conseguirlo; a pesar de sus intentos, Michel no puede ser como Bogart,
pero la causa no hay que buscarla en él, sino en el cambio que ha experimentado
la mujer. Patricia es, desde el punto de vista mental, mucho más fuerte que él,
tiene las ideas claras y no duda en darle un tortazo a su amante cuando éste se
propasa con ella. Por tanto, es una modificación en el rol femenino lo que se
produce en estos momentos, si bien la actitud machista e irreverente para con
las mujeres continua imperando entre la población masculina. De este modo, la
concepción general es que éstas son inestables (“Las mujeres nunca hacen en
8 segundos lo que pueden hacer 8 días después. Lo mismo dan 8 segundos que 8
días”, afirma Michel), frías (“Los sentimientos son un lujo que muy
pocas mujeres se permiten”, según Parvulesco) e interesadas, pues
atendiendo a las palabras de Parvulesco existen dos cosas importantes, “para
los hombres, mujeres y para éstas, dinero”. Además, sigue existiendo la
tendenciosa costumbre de culpar a la mujer por haberse quedado embarazada, algo
que se observa en el momento en que Michel le grita a Patricia un ¡Podrías
haber tenido más cuidado! cuando ésta le dice que está embarazada. Pero
Patricia cada vez depende menos de Michel y tiene la suficiente fuerza para
negarse a fugarse con él a Roma y dejar su trabajo en la redacción del Chicago
Tribune. Con esto, se refuerza la idea de que ahora es la mujer la que decide y
que no tiene por qué depender del hombre, ni siquiera en la cuestión del sexo.
Y es que la modificación en los roles de la mujer también tendrá sus
repercusiones en las dinámicas sexuales de la pareja, algo que el film muestra
abiertamente. Así, un buen fragmento del metraje –cerca de un cuarto de hora–
se destina a una escena de cama explícita, en la que los protagonistas hablan
de sus experiencias anteriores e incluso mantienen relaciones sexuales. Esta
circunstancia pone de manifiesto que el sexo ha dejado de ser un tabú, en la
línea de la mentalidad renovadora propia de la Nouvelle vague y
de una parte de la sociedad de finales de la década de los cincuenta, sobre
todo los jóvenes, que son los que realmente se reflejan en el film.
Por otro lado,
esa relación de amor imposible, loco y turbulento entre Michel y Patricia se
encuentra en sintonía con una corriente filosófica que estaba en boga por aquel
entonces en Francia y que encontró en Camus, Sartre y Beauvoir sus máximos
exponentes, esto es, el existencialismo, un cuestionarse constantemente sobre
el sentido (absurdo) de la vida. Ante esa incerteza, se propone un “vivir el
momento”, como el que viven los protagonistas de Al final de la escapada,
pues su relación a fin de cuentas, está condenada al fracaso. Sin embargo, la
angustia vital se manifiesta de un modo diferente en ambos; Michel tiene como
realidad última la muerte: “pienso constantemente en ella” afirma, pero
no se cuestiona si hay algo peor que ésta, como la ausencia de libertades, la
ignorancia, el dolor o el darse cuenta del inexorable paso del tiempo. Todas
estas preocupaciones se pueden observar en el personaje de Patricia, quien vive
en un desasosiego continuo ante el verdadero sentido de la vida. De este
modo, citando a William Faulkner, se cuestiona si es mejor el dolor o la nada,
optando por el primero como indicativo de la existencia de algo. En cambio,
Michel prefiere la nada y todo lo que ello comporta, esto es, la ausencia de
cualquier compromiso. Asimismo, cuando Patricia le pregunta “¿Tienes miedo a
hacerte viejo? Yo sí”, él le responde con un “¡Eres idiota!”,
denotando una mayor despreocupación que su compañera ante las grandes
cuestiones de la vida; sencillamente, ella es mucho más madura y compleja desde
el punto de vista psicológico que su compañero, es por ese motivo por el que
constantemente se plantea a sí misma preguntas de las que tampoco espera
encontrar respuesta: “No sé si estoy triste porque no soy libre o si no soy
libre porque estoy triste”. De este modo, el espectador puede sentirse
invitado a reflexionar sobre estas preguntas, que no se dan en Patricia de
forma casual ni gratuita, sino que responden a la filosofía de vida que la
juventud del momento había adoptado, una juventud dispuesta a cambiar el mundo,
que se rebelaba contra el orden establecido y que posteriormente eclosionaría
en las revueltas estudiantiles del denominado “Mayo del 68”. Esta rebeldía propia de la
juventud se muestra en el film a través de la delincuencia, convirtiendo a
Michel en alguien al margen de la ley y contrario a la autoridad. Por tanto, si
la rebeldía supone el mecanismo de defensa de la juventud ante los
tradicionalismos y el existencialismo se convierte en su filosofía de vida,
podemos concluir que los diversos temas convergen en uno principal, la propia
juventud, que es, en último término, la que podrá encabezar la revuelta que
conduzca a un verdadero cambio social y político. Sin embargo, tampoco se
persigue una ruptura con todo lo tradicional, pues las referencias en el
film a elementos del pasado que se consideran buenos para recordar son
constantes (Renoir, Picasso, Faulkner, Bach, Mozart, Bogart, Cocteau y muchos
otros), lo que denota la gran cultura que poseía el director. Y es que Godard,
como otros cineastas de la Nouvelle Vague,
fue ante todo un intelectual que empleó el cine como un modo de reflexionar
sobre la propia práctica cinematográfica y sobre los cambios que se estaban
produciendo en los diversos ámbitos de la sociedad. Por ese motivo, Al final
de la escapada constituye un interesante instrumento para acercarnos a una
parte de la sociedad francesa que, a finales de la década de los cincuenta,
estaba reclamando una ruptura con los valores y costumbres tradicionales. De
este modo, constituye también un útil documento que permite conocer los cambios
que atañen al rol social de la mujer, la alteración de las relaciones de
pareja, así como la filosofía existencialista de la que se imbuyeron multitud
de artistas, intelectuales y, en definitiva, todo aquel que se cuestionase el
sentido de lo tradicional en busca de nuevas respuestas.
Aida Marín Yrigaray
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